Por: Ms.c Ing. Hugo H. Padilla Monrroy y Lupe Cajías
Este año se conmemora el Centenario de la fundación de la Sociedad de Ingenieros de Bolivia (SIB) y las Bodas de Oro de la SIB departamental del Beni. En 1922, la tecnología era un instrumento imprescindible para desarrollar el país. Dos polos habían sido los más atractivos para la llegada de ingenieros extranjeros y para el trabajo de los primeros ingenieros bolivianos graduados: las minas en Oruro y Potosí, especialmente desde la empresa Huanchaca de Aniceto Arce y, luego, con el apogeo de las minas explotadas por Simón Patiño; y el auge de la quina y de la goma en el norte paceño, parte de Pando, parte de Santa Cruz y sobre todo en el Beni. La Casa Suárez y otras compañías contrataban personal especializado.
Los ingenieros no eran migrantes que venían expulsados de sus tierras por guerras, por la pobreza o por el deseo de aventura. Eran casi siempre jóvenes solteros, graduados o con experiencia de trabajo y traían ideas para forjar fortunas en las vetas, el comercio, las exportaciones de bolachas.
Eran migrantes profesionales, formados en famosas escuelas o facultades que desde 1870 estaban en expansión dentro de la segunda revolución tecnológica. Traían conocimiento teórico y práctico; casi siempre eran contratados en sus propios países por los empresarios bolivianos.
En La Paz comenzaba tímidamente el proceso de la industrialización desde fines del siglo XIX hasta su expansión en los años veinte, con ejemplos también en Oruro y en Cochabamba, aunque más aislados. Los ingenieros cumplían ahí un rol central.
LOS INGENIEROS DEL AGUA
Lo interesante y poco difundido es que en Bolivia existían ejemplos precolombinos del uso del ingenio humano, la inventiva, para solucionar los temas que obstaculizaban el avance de las civilizaciones. Los señoríos aimaras, en el suroeste, los incas en el Kollasuyo observaban los fenómenos celestes, eran constructores de caminos, de acequias, de fortines, de ciudadelas.
En la otra punta, en el territorio actual del departamento del Beni, los nativos eran capaces de conquistar la fuerza de los ríos. En el ámbito del antiguo Mar de Moxos, como parte del Mar Amazónico, lo que hoy es el Departamento del Beni, esa llanura enclavada por el sur, por las corrientes altas de la cuenca del Río Mamoré; por el norte con el canal del aporte al Río Madera, contribuyente al inmenso Amazonas, por el este con las formaciones del Precámbrico (Macizo de Chiquitos) y por el Oeste, con las estribaciones de la Cordillera Oriental de los Andes, las Serranías de Pilón y Eva Eva. En esas tierras planas, cuya pedología son suelos arcillo-limosos con corrientes del desagüe estacional de los aportes hidráulicos de esas serranías, producen inundaciones recurrentes en la estación del verano.
En ese enclave, encontramos vestigios del nacimiento de la antigua civilización Moxeña o del Gran Paitití, llamada también la Civilización y/o Cultura Hidráulica, o Cultura del Agua, por las evidencias encontradas en las lomas, camellones con sus canales. Han mostrado su presencia con las dataciones correspondientes a los 4000 A.C., (Dougherty y Calandra), cuando por algún evento fenomenal y catastrófico, que afectó tan trágicamente el ámbito mundial y en especial esta zona, ese misterioso evento nos muestra una evidencia de la desaparición de estas grandes civilizaciones que dejan solo rastros de sus tecnologías y sus conocimientos.
Dentro de la riqueza arqueológica de la Amazonia, y con estudios como los ejecutados por (Nordenskiöld, 1916; Métraux, 1946; Denevan, 1962/63/66; Plafker, 1963; Erickson y Faldin, 1978; Faldin, 1984; Dougherty, Calandra y Bustos, 1984; Erickson, 1980/88; Erickson y Candler, 1989; Mann, 2000), muestran que los habitantes de estas regiones antes de la Colonia o antes del ingreso de los jesuitas a Mojos, eran ejecutores ancestrales de la construcción del control de inundaciones, esos “ingenieros hidráulicos, de diques, canales, lomas artificiales, camellones y geoglifos.
Fueron los constructores de las obras y medios para subsistir y aguantar los periodos de inundaciones; plantear los medios de subsistencia con la siembra periódica en los camellones. En estas tierras del Enín o del Gran Paitití, sus seguidores contemporáneos, estamos aportando al desarrollo de estas tierras amazónicas.
En mayo de este año, 2022, un equipo de científicos alemanes del Instituto Arqueológico Alemán anunció al mundo el hallazgo de una civilización perdida, encontrada con moderna metodología desde el aire (LiDAR). La cultura Casarave habrían habitado la región amazónica por cerca de mil años con grandes capacidades para construir calzadas, sitios ceremoniales, mil kilómetros de canales y una red de caminos que unían cantidades de asentamientos. Estas imágenes han sido difundidas por los principales periódicos y medios audiovisuales de todo el mundo.
Estas noticias abren una interesante línea de investigación para conocer más sobre la herencia de los ingenieros precolombinos en el territorio amazónico boliviano. Lo evidente es que se trata de culturas sofisticadas que consiguieron un extraordinario manejo del agua.
INGENIERÍA MODERNA
Entre los ingenieros extranjeros que llegaron al Beni atraídos por el auge de la goma está una figura singular. Arturo Posnansky, quien nació en Viena el 12 de abril de 1873. Se graduó de ingeniero naval militar en la Academia Naval de Pola, alcanzando el grado de Capitán Teniente de Ingeniero.
La biografía de Posnansky subraya su labor de arqueólogo, especialmente en Tiahuanaco. Sin embargo, este ingeniero austríaco trabajó inicialmente en el Beni y Pando. Ayudó con su famosa lancha “Iris” a los combatientes bolivianos durante la Guerra del Acre.
Mario Gabriel Hollweg en su texto “Alemanes en el Oriente Boliviano, su aporte al desarrollo de Bolivia” (1995) cita a los ingenieros José y Francisco Keller, quienes llegaron inicialmente a Brasil para estudiar la construcción de un ferrocarril que uniría la navegación de los ríos Madera y Mamoré, como una manera de superar las 20 cachuelas del río Madera.
Los Keller, con ayuda del vicecónsul de Bolivia en Manaos Ignacio Arauz, que poseía una Hacienda en él Madera exploraron la región desde el 16 de julio al 19 de noviembre de 1869 con la cooperación de indígenas caripunas bolivianos en los trechos correspondientes de las cachuelas del Madera. Después de 14 meses de ausencia llegaron a Río de Janeiro donde presentaron en enero de 1869 los estudios respectivos para la construcción de la ferrovía que debería quedar al margen del río Madera favoreciendo a ambos países, trabajo que sirvió de base a posteriores proyectos (p.170).
Holweg también resalta el astillero nacional de Riberalta, instalado el 6 de agosto de 1908. Fue construido por el gobierno boliviano con técnicos especializados contratados en Alemania, como los ingenieros y maquinistas Christensen y Hansen. Después se incorporó el ingeniero Fischer.
La construcción estuvo bajo la supervisión del mecánico alemán Cristian Frederiksen. Ahí se armaron famosas lanchas como la Manu o la Orthon, que eran de acero y rueda en popa. Anexo a este astillero se creó la escuela de Comercio y Navegación cuyos egresados prestaron un enorme servicio de comandantes y maquinistas de lanchas a las firmas comerciales de la región (p. 177).
Existían otros astilleros importantes pertenecientes a Antonio Vaca Diez, a la Casa Suárez y otros, que también construían legendarias lanchas para circular los ríos benianos con pasajeros y con bolachas de goma y una red de vapores vinculada a las casas comerciales alemanas.
Hermann Wilhem Koenig, ingeniero alemán fue destacado como ingeniero nacional al departamento del Beni para verificar estudios en los ríos Madre de Dios y Purus en 1884. Guillermo Milliet Zimmermann, nacido en 1888 en Berna, Suiza, llegó al Territorio de Colonias en el Acre formando parte de la comisión científica de estudios etnológicos Muñiz- Le Brasseur en 1910. Se radicó en Riberalta donde trabajó en las empresas gomeras, fue secretario de la Asociación de Industriales Gomeros de esa ciudad norteña. Como ingeniero a honorem de la Delegación Nacional en el Noroeste realizó investigación forestal y de los recursos hídricos hasta 1912. Fue escritor, historiador, geólogo, topógrafo, agrónomo e industrial. Era de los primeros ingenieros agrónomos titulados, además de topógrafo en las tierras benianas.
Otro ingeniero alemán que llegó al Beni fue Guillermo Espenhain Krause, como comadante de la lancha “Cormorán” de la casa comercial “Zeller, Villinger & Cía” en la ruta del Mamoré, en cuya orilla también estableció su barranca “Nueva Esperanza”.
Una evidencia de trabajo de ingeniería moderna en Beni fue realizada en 1932 por el Ing. Fornerio Gonzales de la Iglesia (uno de los fundadores de la SIB), quien fue enviado por el gobierno de esa época para darle solución al problema de inundaciones de la capital beniana. Luego de un minucioso estudio, planteó tres soluciones:
I.- Traslado de Trinidad a una zona más alta.
II.- Relleno de toda la ciudad.
y III.- Construcción de un muro de Contención alrededor de la zona poblada, (Circunvalación), solución que fue ejecutada.
FUNDACIÓN DE LA SIB BENI
Los pioneros de la vivencia ingenieril que aportó progreso a las tierras del Gran Paitití, hace 50 años, fundaron (se estima) el 5 de julio de 1972 la Sociedad de Ingenieros de Beni como filial de la SIB nacional. Noveles ingenieros, vieron la necesidad de agruparse a través de esta magna entidad profesional.
Es así que se reunieron en una cena fraternal, los ingenieros: Máximo Hinojosa Antezana (+), Hans Schlink Monasterio (+), Rodolfo Pinto Parada, Oscar Paz Hurtado(+), Hugo Martínez Mejía, Roberto Aliaga Huisi (+), Jesús Dávalos Mendoza (+), como apoyo se incluyó al Arq. Alfredo Ascarrumz Rivero (+), Arq. Rosario Toledo Velarde, Arq. Miguel Sawaf Hanny Ascimani, y al Topógrafo Mario Vilca Lani (+), todos profesionales por la afinidad y la familiaridad laboral en el Comité de Obras Públicas de Beni, la primera entidad de orden público y técnico que planificó el desarrollo del Departamento.
Un segundo periodo de profesionales que se integraron como socios activos, fue entre los años 1973 al 1980, citando a los ingenieros Alfredo Calderón Paredes, Cesar Vaca Carrasco, José O. Monasterio Chávez, Hans Dellien Barba, Hugo Padilla Monrroy, Carlos Chávez Roca (+), Aquiles Egüez Cadario (+), Luis Cabrera Fernández, como crecimiento de una organización profesional que inyectaría nuevas visiones de desarrollo, no solo a la capital beniana, sino a todo el departamento, ya sea construyendo viviendas, hospitales, abriendo caminos, construyendo puentes. Ese primer grupo de profesionales de la construcción resalta la importancia de un pueblo que necesitaba progreso y colocarse a la par de los otros de la república.
Noble labor de quienes, con dedicación, resaltando los valores morales y sociales, hacen de ella una mística de vida, desafiando los desafíos de una compleja topografía. En este girón de la patria, en estas pampas de Moxos, viven profesionales émulos de Hiram Abi, el ingeniero constructor del Templo de Salomón, (Cr. 2 1-10), construyendo para su región, el Progreso que, es la obra de los propios benianos.
Los simples medios de comunicación y transporte, desde el solo andar, hoy en día se han traspasado los confines del espacio sideral y llevan al ser humano a surcar el universo, todo ello gracias al desarrollo del conocimiento y al despertar del “ingenio humano”, apoyado firmemente en su desarrollo intelectual y conocimiento científico.
Trasladarse de un lugar a otro, resulta hoy muy simple con el ahorro de tiempo y la comodidad, no solo por tierra y agua, se han desarrollados expectativas constructivas, como la dinámica de las carreteras y la navegación sofisticada y eminentemente técnica e incluso penetrar en las profundidades de los océanos. Un inmenso desafío del hombre, al haber dominado el arte de volar, con la construcción de sofisticadas naves; toda esta gama de conquistas, mediante el estudio de materiales y sus aplicaciones que, con apoyo de las matemáticas, la física y la química, en resumen, las “ciencias puras”, han hecho el dominio superior de conocimiento e “ingenio”, aplicado a la naturaleza.
Actualmente, la SIB está presidida por primera vez por un ingeniero beniano, Jorge Alberto Vaca, en reconocimiento a su persona y a la SIB departamental. El territorio beniano es escenario en los últimos años de importantes obras de ingeniería en comunicación terrestre y aérea, sobre los cuales escribiremos en futuros artículos.